En el escaparate no se ven del todo mal, el foco incide en sus herrajes plateados y esa lona monogram que no dice nada, parece decirlo todo. Y no son nada especial, están archivistos, y aún así, entro a verlos más de cerca.
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Me lo cuelgo del brazo y me siento más... Más.
Esas turistas orientales me miran. Claro, es que llevo mi Vuitton cogido de la mano. ¿Mío? Sigo en la tienda sin pasar por caja, pero es mío. El Vuiton se ha unido a mi brazo, es una extremidad más. ¡Cómo he podido pensar siquiera en separarme de él! ¡Tiene que ser mio!
Le pido a la dependienta que grabe mis iniciales para que no haya ningún error, el bolso se viene conmigo. Oh no...
Si yo no quería un Vuitton...